12 de diciembre de 2008

Una verdadera historia de Navidad


En diciembre de 1914, la contienda estaba en un virtual impasse. Los germanos no habían podido tomar París, y en su posterior carrera hacia la costa se habían encontrado con la férrea resistencia anglo-belga en torno al pueblo de Ypres.
El Papa formuló un dramático llamamiento a la paz, el cual no fue tenido en cuenta por los beligerantes.
El 24 de diciembre circuló la siguiente orden entre los batallones ingleses: "Informes fidedignos indican como posible que el enemigo planee un ataque para las noches de Navidad o Año Nuevo. Se debe mantener una vigilancia especial en esas fechas".

Los germanos tenían la costumbre de llevar árboles de Navidad a sus casas y adornarlos (no era tan común como es hoy). Para esa Navidad en particular el ejército envió arbolitos a todas las tropas del frente. El regimiento alemán de Guardias Sajones(católicos) tenían varios de estos arbolitos. Del otro lado, los hombres del segundo regimiento de guardias escoceses, al ver las luces, pensaron que era el preludio del tan esperado ataque y empezaron a disparar. Sin embargo se encontraron con algo desconcertante: los supuestos atacantes no respondían el fuego. Y así en la noche del 24, se dio un fenómeno que los testigos aún recuerdan: el frente estaba en total silencio. Solo se oían esporádicos cantos navideños provenientes del lado germano.
Pero el asombro no terminaba ahí. Más tarde, los azorados escoceses oyeron voces que los llamaban desde el lado germano, en un inglés con un fuerte acento. La propuesta que gritaban los soldados era muy sencilla:
"You no shoot, we no shoot." (si ustedes no disparan, nosotros no disparamos).
En general, los alemanes encabezaban las informales propuestas de paz. En otros lugares del frente los soldados desplegaban carteles con la leyenda "Merry Christmas"(feliz navidad). Algunos soldados alemanes se animaron a salir al descubierto, en la noche, para intercambiar cigarros o chocolates con los asombrados ingleses. En general, primero se pactó una pausa para recoger a los caídos que estaban en la tierra de nadie, y luego confraternizar.

Al despuntar el día 25 los oficiales de los batallones no daban crédito a sus ojos. En la tierra de nadie decenas de soldados espontaneamente salían de las trincheras, totalmente desarmados, para estrechar las manos de sus enemigos e intercambiar todo tipo de obsequios: chocolates, cigarros, botones, cerveza, cognac, diarios, incluso fotografías familiares. Incluso el regimiento de Sajones le regaló a los escoceses un tonel de cerveza, en muestra de buena voluntad. Llegaron a organizarse varios partidos de fútbol, con pelotas verdaderas o improvisadas con lo que fuese. 
La tregua siguió durante toda la noche, aunque los altos mandos, al enterarse, dieron orden de terminar con la confraternización(aunque muchos oficiales hicieron la vista gorda). 

La mañana del 26 terminó la tregua. En algunos lugares duró incluso hasta fin de año.

Esta es una historia extraña, única, aunque esperemos no irrepetible. La primera guerra mundial fue un verdadero holocausto; el primer día de la batalla del Somme(1916) los ingleses tuvieron 57.000 bajas, que al culminar la ofensiva aumentaron a 400.000, por una ganancia territorial de 11 km.

De las historias que leí de Navidad, esta es la que más me llegó. Tal vez por lo desusado; acaso porque refleja el verdadero espíritu de la Navidad: un momento en el que reina la paz. No para los católicos ni para los musulmanes, sino para todos los hombres de buena voluntad.

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