19 de abril de 2009

A Cuarenta Grados...


Mi cuerpo se calienta cada noche, los doctores no detectan que es lo que me pasa, las medicinas ya no producen ningún efecto en mí, sólo tú eres el remedio perfecto para curar mi mal. 

Todo empezó un día miércoles. Una clase de Ingles donde no pertenecía, seis de la tarde, y la temperatura de mi cuerpo subía. Cada minuto para mí era una hora. Todos me miraban como un individuo extraño con rostro de tomate. Por fin la clase terminó. Mis ganas de ir a casa a echarme al abandono, no pudieron con las de asistir a Cine Fórum (en realidad, porque pudo ser la segunda falta, me mandaba a capilla). 

El aire acondicionado arrecia, mi cuerpo tiembla, y al frente una película que no fue de mi mayor atención. Si los minutos en la clase de Ingles me parecían horas, aquí las horas me parecían días. Mis ojos se nublaron, no sentía las extremidades, si no hubiera estado sentado, las personas que llenaron el IME ese día hubieran sido testigos de un espectáculo más grande que el Drill de F-Com en las Olimpiadas (un desmayo).

Al salir del IME quería llegar a casa inmediatamente para que mi mamá me atienda, pero recordé un pequeño detalle, estoy sólo en casa, mis padres están de viaje. Decidí aterrizar en la casa de una tía. Llegué a tiempo porque comencé a sentir un dolor que para mí no era de este mundo, este dolor me tiró en cuestión de segundos al mueble a retorcerme como árbol en pleno ventarrón. Nunca me había dolido tanto la columna, hasta el grado que unas lágrimas llegaron al mueble de mi preocupada tía.

El termómetro marcaba los 40º de temperatura, y todos los que estaban a mi alrededor contemplándome, se convirtieron en los mejores doctores del siglo XXI porque me diagnosticaban enfermedades con tan sólo verme. En mi estado de inconsciencia logré escuchar el primer diagnóstico: Dengue, luego una voz a lo lejos dijo: "Este muchacho tiene tifoidea", después escuche Malaria, Infección, Paludismo, etc etc etc. Sí tan sólo uno hubiera acertado, quizá sería el ganador del Premio Nobel de Medicina. 

No recuerdo cuántas horas pasé sobre ese mueble, entre paños fríos y pastillas nada agradables. Lo que sí recuerdo es que logré ponerme de pie, y cuando puse mi mano sobre mi frente ¡Oh sorpresa! la fiebre había desaparecido. Así pude ir tranquilo a mi casa, a dormir en mi añorada cama. De esta manera terminó el miércoles, robándole unas horas al jueves y robando además mis ganas para hacer las cosas. 

Amaneció, el jueves me tenía preparada otra sorpresa. Llegué una hora antes del inicio de clases a la universidad. Tenía un encuentro con la ladrona de mi corazón, en ese lugarcito que ya se nos está haciendo costumbre ir. Hasta ese instante mi fiebre la tenía fríamente calculada (sólo hasta ese instante) porque cinco minutos después la pesadilla regresaba. Y para mayor desgracia mi horario indicaba que continuaba una sesión matemática. ¿Qué peor castigo que eso? Cada uno enrumbó a su respectivo salón.

Una hora de flagelación con cada fórmula de un tema que lo vi en segundo de secundaria y que ahora ya ni recuerdo. Terminada la clase emprendí vuelo al CUM. El doctor ordenó un análisis de sangre para saber que era exactamente lo que tenía. Cuando llegué al laboratorio fui atendido por una señorita muy amable. Esta agarró mi brazo izquierdo... el resto ya se lo deben imaginar. 

Se acercaba la noche, y en medio de la clase de Reda I, otra vez empezó a levantarse. Mis suficientes y en pocos minutos también mi temperatura subió 37º a 38,5º. Y para que mi vida parezca más triste aún, a la siguiente hora tenía English Classes. No quedaba otra, debía quedarme en clase. Terminada esta, el taxi tuvo como destino otra vez el mueble de mi tía. Y pase lo mismo de la noche anterior, pero a diferencia que esta vez mis 40º se prolongaron por un par de horas más.

Viernes por la mañana, maldita fiebre, otra vez se hizo presente e impidió que pudiera asistir a un curso del cual estoy muy necesitado. Llegó la hora de recoger los resultados de los análisis y saber el diagnóstico del doctor. "No tienes nada, tus análisis han salido negativos, estás mas sano que agua de manantial" vaya sorpresa la que me dí. No me encontraron nada. Entonces que es lo que tengo "termina el tratamiento y verás que te sanarás". 

¿Qué es lo que pasa conmigo? A cuarenta grados es difícil pensar. Ahora creo que lo único que me puede sacar de este mal es una vida sana, y también el único remedio lo tienes tú.          

m!!m